Capítulo 4: ¿Nuestro salvador?

—¡Genial! Digo... Cuídela bien—intenté remediar la estupidez que acababa de decir, pero aún así, fue en vano.

—Antes que nada, me gustaría hacerte un par de preguntas—dijo despectivamente. El erizo de pelaje color rojo clavó sus ojos en mí, como si fueran cuchillo que son capaces de dañar cualquier cosa—. ¿Cómo es que accediste tan fácilmente a darme a tu hija? Normalmente, un padre no daría a ninguno de sus retoños ni por todo el dinero del mundo—mierda, este era mi fin. ¿Cómo le digo que yo nunca quise tener a ningún bebe?

—Bueno, verás...—tenía que pensar en una excusa y rápido—. Esa niña no es mía—gracias cerebro, esa explicación es pésima.

—Interesante... Otra pregunta, ¿le eres fiel a tu esposa?—preguntó, esta vez con una voz cortante, añadiendo así más tensión en el ambiente. Maldición, me pilló, pero no... No me daré por vencido.

—Por supuesto—respondí con una falsa seguridad. Mi jefe me miró unos segundos más, hasta que, por fin, salieron unas palabras de su boca.

—Es suficiente...—contestó. Eso estuvo cerca, por un momento pensé que no lo contaba—. Así que odias a tu propia sangre y le eres infiel a tu esposa. ¡Chicos! ¡Llévense a este mal tratador!—exclamó furioso. Se acabó... Mi vida terminó aquí, noté como unos desconocidos me tomaban de los brazos con brusquedad, el hombre de los ojos rubí se acercó a mi oído para decir lo siguiente—. Ni creas que vas a recibir compasión por mi parte—acto seguido, uno de los hombres misteriosos me dio un fuerte golpe en la nuca, dejándome incosciente y sin poder saber lo que ocurría a mi alrededor.

_***_

—Pio, pio—fue lo que oí, haciendo que despertara de mi sueño. Me miré al espejo y, en efecto, tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar y mi maquillaje se estropeó por esa acción. De repente, una imagen se me vino en mente.

—¡Mamá!—grité mientras corría hacia donde la encontré por última vez. No me importaba si papá me amenazaba, me pegaba o incluso me mataba, mamá siempre ha sido la persona más importante en mi vida, pero, desgraciadamente, no pude protegerla. Finalmente, llegué al sótano de la casa. Miré
angustiada hacia todos lados, buscando señales de vida de mi preciada madre. Empecé buscando por encima de la estantería, luego en el maletero del coche y nada. Después de cinco minutos, no encontré a mi madre, lágrimas amenazaban con salir de mis rojizos e hinchados ojos—. ¿Qué hice mal?—susurré en un hilo de voz. Me desplomé en el suelo y las primeras lágrima salieron de mis ojos—. ¿¡Qué hice para merecer esto!?—grité desesperada, mientras que mis lágrimas brotaban con fuerza.

—Nada, querida niña, nada—alegó una voz desconocida detrás de mí. Giré mi cabeza y vi a un erizo rojo, de vetas negras y ojos rubí. Éste me estrecho la mano con una sonrisa tranquilizadora y dijo—. No te preocupes, pequeña, no te haré daño—miré su mano con una expresión de duda en mi cara.

—¿Quién eres?—pregunté con un tono arrogante, me sorprendió que aún conservara esa sonrisa.

—El salvador de tu madre y tuyo.-Dijo aún con esa sonrisa. Espera... Ha dicho... ¿Mi madre?-¿Dónde está?-Los nervios se volvieron ha hacer presente acompañados de una mirada preocupada.-Tranquila, ella ahora esta en el hospital respaldada por uno de mi servidumbre.-Suspiré un poco aliviada por saber que mi madre estaba bien, pero... aún no confiaba del todo en este hombre.-Veo que todavía no confías en mí ¿Verdad?-Me interrogó algo desilusionado. Me limité a solo girar mi cabeza de un lado a otro indicando que no.-No me tengas miedo, yo no soy cruel como tu padre.-Aclaró, diciendo con mala cara la palabra padre. Mis ojos se abrieron de la sorpresa, ese tipo...-¿Qué sabes de mi papá?-Le cuestioné con miedo.-Ven conmigo y te contaré todo lo que sé.-Me volvió a estrechar la mano y esta vez la cogí con algo de temor.-¡Vamos, no hay tiempo que perder!-Exclamó entusiasmado. No lo entiendo, ¿Qué planea este hombre?